Hace tiempo que este blog se fue por los cerros de Úbeda y todavía no ha vuelto. Mis lecturas de vacaciones tienen poco que ver con la cooperación, pero todavía es posible encontrar un vínculo: algunas son para explicar por qué somos como somos. Entre las frases brillantes pero que necesitan mucha explicación está «el desarrollo es un estado de la mente«, por eso me interesa entender cómo pensamos.
Mi última lectura ha resultado reveladora: The Righteous Mind (la mente recta, u honesta), de Jonathan Haidt.
En pocas palabras: Haidt intenta explicar por qué hay personas buenas con visiones opuestas de la política y la religión . Lo hace de una manera brillante y pedagógica. Sirve para entender cómo la evolución ha conducido al ser humano a través de miles de años de adaptación hasta modelar nuestro comportamiento, y proporcionándonos unas bases morales que son más amplias que lo que la izquierda cree. No es el único ni el primero que ha dicho esto, pero sí uno de los que ha investigado con método científico sobre este tema para poder respaldar sus afirmaciones.
Haidt dice que hay una matriz moral formada por seis sentimientos:
- El de protección de los débiles: es la favorita de la izquierda, con diferencia.
- El sentimiento de libertad contrapuesto a la opresión. Segundo favorito de la izquierda, y único favorito de los libertarios (especie política frecuente en los EEUU).
- El sentimiento de justicia, como opuesto del engaño. Es una adaptación evolutiva para evitar «free riders» (gorrones que se aprovechan del trabajo de otros).
- Lealtad como opuesto a traición: adaptación destinada a mantener la cohesión del grupo.
- Autoridad como opuesto a subversión: sirve para mantener jerarquías y mantener el orden en el grupo.
- Pureza (Sanctity en el original), como opuesto a la degradación. Aquí entra desde las ideas conservadoras de virginidad, el cuerpo como templo, la vida sagrada desde la concepción, hasta las predominantemente izquierdistas sobre pureza alimentaria (lo que como es sagrado).
Pues bien, la derecha reparte sus preferencias más o menos igual entre cada uno. La izquierda, los tres primeros, y los libertarios sólo el segundo. Esto proporciona un esquema muy fácil de entender sobre cómo piensan los votantes de todos los partidos.
Hay un par de cosas mejorables:
- Sus lecturas son muy anglosajonas (los alemanes estudiaron mucho este tema desde los años sesenta, y él básicamente los ignora).
- Tiene cierta tendencia a confundir explicar el por qué de las cosas con su justificación: entender que hay bases morales más allá de la izquierda no implica darlas por válidas, ni dedica espacio a mencionar sus efectos perniciosos (disparar a niñas que quieren estudiar, u oponerse al aborto aún con riesgo de la vida de la madre).
¿Para qué sirve todo esto? Sobre todo para entender cómo piensa gente de otra cultura o ideología, pero también para desentrañar la propaganda política. La derecha entiende muy bien esto: sabe qué teclas tocar cuando llegan las elecciones, y tiene ventaja porque puede llamar al patriotismo, a la necesidad de autoridad para salir de la crisis o al siempre socorrido tema del aborto. Somos muy primarios: los cerebros de la mayoría de la gente son muy receptivos a la llamada de la selva (o de las sabanas africanas, que es de donde salimos con este equipo de serie).