Cambio social


David Hume, uno de los héroes de Haidt

Hace tiempo que este blog se fue por los cerros de Úbeda y todavía no ha vuelto. Mis lecturas de vacaciones tienen poco que ver con la cooperación, pero todavía es posible encontrar un vínculo: algunas son para explicar por qué somos como somos. Entre las frases brillantes pero que necesitan mucha explicación está «el desarrollo es un estado de la mente«, por eso me interesa entender cómo pensamos.
Mi última lectura ha resultado reveladora: The Righteous Mind (la mente recta, u honesta), de Jonathan Haidt.
En pocas palabras: Haidt intenta explicar por qué hay personas buenas con visiones opuestas de la política y la religión . Lo hace de una manera brillante y pedagógica. Sirve para entender cómo la evolución ha conducido al ser humano a través de miles de años de adaptación hasta modelar nuestro comportamiento, y proporcionándonos unas bases morales que son más amplias que lo que la izquierda cree. No es el único ni el primero que ha dicho esto, pero sí uno de los que ha investigado con método científico sobre este tema para poder respaldar sus afirmaciones.

Haidt dice que hay una matriz moral formada por seis sentimientos:

  1. El de protección de los débiles: es la favorita de la izquierda, con diferencia.
  2. El sentimiento de libertad contrapuesto a la opresión. Segundo favorito de la izquierda, y único favorito de los libertarios (especie política frecuente en los EEUU).
  3. El sentimiento de justicia, como opuesto del engaño. Es una adaptación evolutiva para evitar «free riders» (gorrones que se aprovechan del trabajo de otros).
  4. Lealtad como opuesto a traición: adaptación destinada a mantener la cohesión del grupo.
  5. Autoridad como opuesto a subversión: sirve para mantener jerarquías y mantener el orden en el grupo.
  6. Pureza (Sanctity en el original), como opuesto a la degradación. Aquí entra desde las ideas conservadoras de virginidad, el cuerpo como templo, la vida sagrada desde la concepción, hasta las predominantemente izquierdistas sobre pureza alimentaria (lo que como es sagrado).

Pues bien, la derecha reparte sus preferencias más o menos igual entre cada uno. La izquierda, los tres primeros, y los libertarios sólo el segundo. Esto proporciona un esquema muy fácil de entender sobre cómo piensan los votantes de todos los partidos.

Hay un par de cosas  mejorables:

  • Sus lecturas son muy anglosajonas (los alemanes estudiaron mucho este tema desde los años sesenta, y él básicamente los ignora).
  • Tiene cierta tendencia a confundir explicar el por qué de las cosas con su justificación: entender que hay bases morales más allá de la izquierda no implica darlas por válidas, ni dedica espacio a mencionar sus efectos perniciosos (disparar a niñas que quieren estudiar, u oponerse al aborto aún con riesgo de la vida de la madre).

¿Para qué sirve todo esto? Sobre todo para entender cómo piensa gente de otra cultura o ideología, pero también para desentrañar la propaganda política. La derecha entiende muy bien esto: sabe qué teclas tocar cuando llegan las elecciones, y tiene ventaja porque puede llamar al patriotismo, a la necesidad de autoridad para salir de la crisis o al  siempre socorrido tema del aborto. Somos muy primarios: los cerebros de la mayoría de la gente son muy receptivos a la llamada de la selva (o de las sabanas africanas, que es de donde salimos con este equipo de serie).

LEGER-Constructeurs

Leger, Les constructeurs

Aunque este blog es para hablar de cooperación, a veces hay que mirar hacia el norte para intentar entender qué pasará en los países pobres y de ingresos medios dentro de veinte años. O simplemente nos miramos el ombligo quienes escribimos desde el norte por lo preocupante que es todo lo que está pasando. Es sabido que el capitalismo aprovecha las crisis para apretar las tuercas a lo que queda de la clase trabajadora, y hoy en día así sigue ocurriendo. El problema es que no nos damos cuenta de que este cambio es estructural y el mundo que viene va a ser muy distinto del precedente, sobre todo por una razón: quién se queda con el aumento de la productividad y dónde van los puestos de trabajo perdidos.
He leído  el librito The Race Against the Machine, How the Digital Revolution is Accelerating Innovation, Driving Productivity, and Irreversibly Transforming Employment and the Economy, de Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee. Este trabajo lo ha pagado el MIT, por lo que el diagnóstico es muy preocupante, pero el pronóstico es optimista (el MIT no puede ser tecnoescéptico).

Para Brynjolfsson y McAffee, estamos ante un cambio estructural en el que los puestos de trabajo que se destruyen por el aumento de la productividad (el avance tecnológico) ya no se reponen suficientemente rápido en otras áreas de la economía. Jeremy Rifkin ya llamó esto en 1995 «el fin del trabajo» (quizá algo exagerado como es él, pero los dos del MIT tienen más argumentos veinte años después para confirmarlo. B. y M. argumentan que la duplicación de la capacidad de los ordenadores -y más aún el software- conseguirá que las máquinas hagan cosas hasta ahora impensables, destruyendo cada vez más puestos de trabajo. Cada vez más, las ganancias en productividad se las ha quedado el capital y no el trabajo (es decir, los ricos dueños de las fábricas, no la clase obrera).

Las conclusiones son: los puestos de trabajo que la automatización ha destruido ya no se están recuperando y el paro estructural es más difícil de combatir. Las soluciones que proponen no son soluciones, porque dependen de la buena voluntad de los dueños del capital. Las recetas son las habituales: más formación, más emprendedores, más innovación… pero eso no va a sustituir los puestos de cajera perdidos en los supermercados.

En este artículo de Robert Skidelsky la propuesta es reducir el tiempo de trabajo para repartir el poco que queda. Pero esto es lo mismo que decirles a los dueños del capital que tendrán que renunciar a parte de sus ganancias para mantener puestos de trabajo. No lo harán si no se sienten amenazados. Quizá la clave está en una frase cada vez más popular a medida que la crisis avanza: la crisis acabará cuando el miedo cambie de bando. ¿Llegará a ocurrir?

Feliz año. Me he propuesto  para 2013 prodigarme un poco más en este blog.

Una de mis citas favoritas es de Gandhi, pero no he sido capaz de localizarla desde que la leí hace años. Al parecer, cito de memoria, Gandhi dijo que nos esforzamos inútilmente en encontrar un sistema político que no necesite que la gente sea buena. Fin de la cita. El socialismo no construyó al hombre nuevo, sino algo bastante peor, si uno se fija en Rusia. El capitalismo tampoco se ha esmerado mucho, en los EEUU ha logrado producir un número alarmante de pistoleros y en todo el mundo han prosperado los banqueros ladrones.

El drama actual de la humanidad, mientras busca respuestas a problemas económicos, ecológicos y sociales, es que se ve obligada a descartar muchas posibles soluciones económicas por falta de fe en el buen comportamiento de las personas que sería necesario para que esta política funcionara. Es decir, la política pública X funcionaría, si no fuera porque no pagamos nuestros impuestos, o tratamos de engañar a la seguridad social, o nos escaqueamos del trabajo o contaminamos la tierra y el agua si nadie mira, etc. Por todo eso, tiene poco sentido pensar en soluciones socioeconómicas sin saber cómo crear buena gente. Parece que algunas sociedades, como las protestantes, han funcionado mejor en estos aspectos, pero no vamos a entrar en detalle (algo dije sobre esto aquí).

Es difícil encontrar discursos inteligentes sobre cómo contribuir a que haya más buena gente porque  cuesta distinguir el grano de la paja, por estar mezclados con los artículos new age y libros de autoayuda. Este video, de Roman Krznaric ilustrado por RSA (ilustradores ilustrados), propone la extraspección (traducción de «outrospection») como método para mejorar el mundo. La extraspección es lo contrario de la introspección: es mirar hacia el otro intentando ver las cosas desde su punto de vista. Es decir, empatía. 

La empatía puede servir, por un lado, como parte del arte de vivir. Por el otro, como herramienta para el cambio social (tan peligrosa que puede engendrar revoluciones).

Una aportación interesante es que moderniza el concepto de bondad, que se queda corto en aspectos como el espacio (ser buenos con los que están lejos) y el tiempo (ser considerados con los no nacidos para no dejarles un mundo en ruinas). La sucesora moderna de la bondad, la solidaridad, de tan usada ha perdido el significado (igual que le pasa a la sostenibilidad).

Es la falta de empatía la que no permite ver que dejamos en herencia el cambio climático a nuestros nietos. Hay gente excelente que no se da cuenta de su contribución al cambio climático porque sus efectos son demasiado abstractos. No se ve a quienes afecta ni cómo les afecta. Krznaric propone que la buena gente aprenda a tener en cuenta a los que están lejos y a los que todavía no han nacido.

El siguiente artículo llegará uno de estos días. Intenta responder a otra pregunta que debería preocuparnos: ¿Por que gente  buena vota a la derecha? Y mucha de esta gente es pobre: vota en contra de sus propios intereses.Disfruten el video de RSA.

 

Arthur Cecil Pigou

Con esa especial habilidad que tienen los economistas para nombrar lo obvio y hacerse famosos, Pigou y Dalton enunciaron el principio según el cual cualquier transferencia de dinero de un rico a un pobre disminuye la desigualdad. De tan evidente, resulta sorprendente que en nuestras decisiones diarias tengamos a estos señores tan poco presentes.

La crisis económica que sufren los países del norte del Mediterráneo es el primer paso de una serie de consecuencias naturales que nos llevan a lo que Hans-Peter Martin definió como la sociedad 20/80, en la que un 20% de la población retendría los buenos salarios, mientras que el 80% restante malviviría con trabajos de mierda entretenidos con fútbol y televisión basura. Algo bastante parecido al camino que llevamos en algunos países ex-ricos, como España, Grecia y Portugal.

La globalización que nos lleva a esto en algunos países es la misma que está reduciendo la pobreza en países como China o Vietnam. Es, simplemente, una transmisión de puestos de trabajo y consumo. Es una nivelación por debajo de los salarios, pero la desigualdad aumenta tanto aquí como allá. Los ricos son más ricos en todo el mundo, mientras que los salarios industriales de los pobres van convergiendo. ¿Se puede hacer algo?

Ahí entran los tanques: el lema de Pepe Esquinas, tu carro de la compra es tu carro de combate. El consumo es una de las mejores armas con las que contamos, aunque no la única. Usémosla bien.

Reparte tu gasto. No compres todos los productos made in China, pero no dejes de comprar todo lo hecho en China. La nivelación es inevitable: los países pobres tienen derecho a prosperar, pero el hundimiento de las clases medias de aquí no será bueno para la democracia: el fascismo espera agazapado y ya triunfa en Grecia y Hungría.

Esto implica que algunas de las cosas que comprarás serán más caras. No importa: E.F. Schumacher dijo una vez que eligiéramos si queríamos morir económicamente o preferíamos vivir costándonos algo más.

Compra productos de comercio justo. Gasta menos en teléfonía móvil y en gasolina, y más en servicios que los autónomos proveen. ¿No tenías pendiente hacer reformas en casa? Si tu puesto de trabajo no peligra -poca gente puede decirlo- es el momento de hacerlas. Pon parte de tu dinero, si tu hipoteca no te permite ponerlo todo, en una cooperativa de crédito.  Todo esto no es mucho, pero es algo. Seguramente se te ocurre algo más para evitar que tu dinero vaya a los que ya son muy ricos.Pigou y Dalton hubieran estado orgullosos de ti.

Duelo a garrotazos, de Goya

Duelo a garrotazos, de Goya

Antes de la crisis económica, una de las ideas que tenía sobre la diferencia entre países ricos y pobres es que los países ricos eran aquellos que podían mantener a sus propios políticos y empresarios corruptos (o temerarios, con el mismo resultado) sin que su economía se resintiera demasiado. Después de la crisis, veo que la corrupción en España ha tenido un papel considerable en el aumento del gasto público y ha contribuido a que los números se hayan hecho insostenibles, con lo cual la teoría quedado invalidada. Los países que han sorteado la crisis, como Alemania, o los que disimulan que la tienen haciendo ver que no va con ellos, como la Gran Bretaña, se han apresurado a sacar aquello de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España, pero también «cerdos» en inglés) como queriendo decir que no tenemos remedio. ¿Lo tenemos?

Lo primero es ver si tenemos parte de culpa. Para mi, la tenemos, porque los gobernantes que tenemos los hemos elegido. Luego viene saber si  ser como somos es una explicación de por qué los países mediterráneos hemos acabado en este agujero (más la católica Irlanda, lo que sólo agrava la sospecha del componente religioso y hace que Max Weber se revuelva de regocijo en su tumba).

Una parte tiene que ver con cómo se organiza el Estado. La otra, de la que voy a hablar, es  cómo somos como sociedad, que no es más que el efecto que tiene la suma de cada manera de ser individual, y cuyo resultado es el comportamiento de todo de un país. Si fuéramos todos como son los daneses, España sería como Dinamarca. Una analogía podría ser preguntarse por qué ganan la liga siempre los mismos: ¿tiene que ver con los entrenadores, o con la calidad de los jugadores? Ambos, evidentemente, pero Guardiola con los jugadores del Alcoyano no estaría donde está. Entonces, la composición de individuos importa en una sociedad.

Entonces, ¿somos los católicos meditarráneos peores para la economía? En 1955, los antropólogos gringos Edward C. Banfield y Laura Fasano se fueron pasar un año a un pueblo del sur de Italia y escribieron un librito titulado «Las bases morales de las sociedades atrasadas» (en inglés). Si alguien tiene interés en echarle un vistazo, es muy interesante, especialmente a partir de la página 85. Resumen en 17 puntos su explicación de por qué Montegrano (nombre ficticio) era rematadamente pobre.  Todo se fundamenta en una hipótesis: el comportamiento de las personas se basa en maximizar la ventaja material a corto plazo de la familia nuclear, y asumir que los demás harán lo mismo.  Aquí hay una muestra:

  1. Sólo se apoyará a un grupo o asociación si es para beneficio propio.
  2. El bien público es cosa de funcionarios. Si un ciudadano no funcionario demuestra interés público, algo raro pasa.
  3. Nadie supervisará el trabajo de los funcionarios, sólo otros funcionarios.
  4. La gente ignorará la ley cuando no tenga razones para esperar un castigo.
  5. Los funcionarios aceptarán sobornos. Pero si no los aceptan, la sociedad pensará igualmente que los acepta.
  6. Los más débiles preferirán un regimen político de mando dura.
  7. Cualquiera que diga que se inspira en el bien público será considerado un farsante.
  8. No habrá ninguna relación entre la ideología abstracta  y el comportamiento concreto.
  9. El interés a corto plazo  guiará el voto por encima del interés público o de clase.

Y así hasta los 17 puntos. En 60 años muchas cosas han cambiado, y no todas las regiones ni países PIGS ni los que han sufrido su colonización son iguales. Pero, visto lo que está pasando en Valencia y Mallorca, ¿a que nos queda un ramalazo?

En la loable lucha por un planeta más sostenible y sin pobreza no todas las soluciones aportadas con buena voluntad van a funcionar. De hecho, uno de los grandes problemas de nuestro sector (ONG para el desarrollo y ecologistas) es que erramos el tiro con frecuencia porque consideramos certeras las soluciones sólo porque muestran un escándalo -el hambre, la destrucción del medio- que compartimos todos. Pero compartir el escándalo no significa compartir las soluciones, que pueden ser mucho más complicadas.

Últimamente se habla mucho de Despilfarro (Waste, en inglés), de Tristram Stuart, autor de un libro de historia del vegetarianismo. El libro es grueso, pero para quien esté interesado puede ver reseñas (como esta) y entrevistas (como esta), suficientemente informativas como para poder hacerse una opinión.

Lo primero que me llama la atención son afirmaciones en estos enlaces de arriba como «»Calculé que si recogiera toda la comida despilfarrada en Gran Bretaña en un solo día, podría ofrecer una comida a 60 millones de personas». «Deberíamos conseguir que los excedentes de comida fresca y comestible llegaran a las personas hambrientas, y a la vez eliminar los excedentes innecesarios que estamos creando».

La primera frase muestra una ignorancia supina de cómo funciona el hambre: es un problema económico y político que no se soluciona repartiendo comida: el 80% de la gente que pasa hambre son productores de comida. No queremos repartirles comida, queremos que la produzcan. La segunda parece ignorar dos de las características de la agricultura, que son la variabilidad de la producción, y que los productos son perecederos.

Y hay cosas que creo que confunde:

Residuos con excedentes:

Se tratan de forma intercambiable en muchas partes del texto, cuando no son lo mismo. Una cosa es lo que tiras después de usar, y otra que sobre producción cuando la cosecha ha sido mayor de lo esperado. La fruta es perecedera, no es raro que haya que tirarla. Se produce mucha más de la que se come y se distribuye, pero si no se vendiera, se quedaría en el árbol y se desperdiciaría igual (como de hecho muchas veces ocurre). La cantidad de comida que se produce varía porque así son las cosechas: a veces buenas y a veces malas. Si son buenas, el exceso de comida es un problema para todo el mundo. Y no puedes repartir la que sobra: millones de agricultores se han arruinado por recibir los excedentes de otros países, tanto ricos como pobres.

El todo con la parte: 

Stuart expone como un problema que un agricultor produzca un 25% más de lo justo para asegurar el contrato con una empresa que le compra, pero luego establece como razonable que un sistema alimentario tenga un 30% de holgura (con lo cual, siguiendo la ley de los grandes números, todos los agricultores deberían producir un 30% más que el consumo esperado.

Los sistemas alimentarios tienen que funcionar holgados. Las escaseces (lo que él critica es que siempre  haya que tener alimentos disponibles en las tiendas) tienen dos efectos: pierdes el cliente, y suben los precios. Precisamente el problema que hay ahora con los precios de los cereales en gran parte está causado porque el margen de holgura (las reservas) es demasiado escaso.

Cosas en las que sí estoy de acuerdo:

  • En general, acierta con que hay un problema de exceso de producción disponible para la venta, pero yerra con las soluciones, que no pasan por repartir lo que sobra, porque es inviable hacerlo a gran escala (sobre todo, con lo perecedero), y sería económicamente contraproducente.
  • Es cierto que si tiramos menos se producirá menos. Es poco probable que sea fácil hacerlo. Es una falacia parcial que si consumes menos el sistema va a desperdiciar menos. Es cierto si tiras menos comida de la que has comprado. Esto animo a hacerlo a todo el mundo. Pero hay que distinguir entre la comida que se tira porque no se come en casa, de la que tienen que tirar los distribuidores porque tiene que haberla disponible en el mercado. Es probable, pero habría que demostrarlo, que si consumimos menos los distribuidores ajusten las cantidades.
  • Es un problema enorme que la comida, especialmente el grano, se pierda en los países pobres antes de la distribución. Eso hay que solucionarlo sin duda alguna.
  • Todo lo que se pueda repartir gratuitamente tiene que hacerse, pero sólo a quienes lo necesitan. El problema es aquí lo que en inglés se dice «targeting», y es caro y complicado: decidir a quién le das. Hay que hacerlo, de todos modos, pero esto se va a llevar una cantidad ínfima. Si distribuyes más de la cuenta, los que se resienten son el productor y el distribuidor (y su supervivencia también es necesaria para el sistema). Cuando las reservas de grano en los países pobres han repartido comida indiscriminadamente, en algunos casos han desaparecido los intermediarios, y el problema del hambre se ha agravado en vez de mejorar.
  • Desechar por razones cosméticas (patatas con ojos, manzanas feas) es una tontería cuando el defecto es mínimo (pero es difícil poner la frontera, aunque claramente ahora es una exageración tirar una zanahoria porque está torcida).

¿Consiste la propuesta en ajustar más la producción del sistema? Es posible hasta cierto punto, pero ciertamente no será tan grande como afirma el autor. Qué difícil, separar el grano de la paja entre todas las buenas voluntades que intentan arreglar el mundo, pero algunas propuestas hay que desecharlas, aunque sea paradójico en este caso.

No se pierdan este video de ACH. Emociona ver como el problema del hambre se resolvería si fuéramos como niños. El resultado fue veinte de veinte.

Galeano fue una de mis lecturas de joven y no tan joven, como la de muchos otros aspirantes a revolucionario. Luego uno envejece, y le critica que la poesía atropelle a veces el rigor histórico, pero es un error hacerlo, porque al fin y al cabo, gracias a los poetas, ilusos, visionarios y utópicos de los setenta ahora tenemos servicios que la gente práctica como yo aprecia más, como educación y sanidad gratuitas, transporte público, pensiones y libertad de expresión. Es la poesía la que tira de lo demás, los lemas que hablan de playas bajo los adoquines, las canciones de Paco Ibáñez y Víctor Jara. Detrás, viene la seguridad social y el seguro de desempleo . Vean la entrevista.

Hay una intuición que mucha gente tiene y con la que estoy muy de acuerdo, y es que todo esto del pánico de los mercados no son más que tonterías. Si uno sustituye mercados por capital, o por ricos, se acercará más a la verdad. Y no tienen miedo, son codiciosos, y están felices con lo que está pasando porque se están hinchando de ganar dinero. Nada los va a tranquilizar, porque no quieren tranquilidad. Con la tranquilidad los especuladores no ganan dinero. Y en esta entrevista de la BBC, un candoroso especulador (la BBC ya ha dicho que la entrevista es auténtica) deja claro qué contentos están, y quién manda en el mundo: Goldman Sachs. Dice que él sueña con recesiones como esta. ¿Quién irá a por ellos?

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Primero miren este video.

Cada vez hay que hacer la publicidad más ingeniosa para que la vean quienes no tienen ninguna intención de verla, para que no sean los ya convencidos de siempre. Esta campaña tan ingeniosa es de una escuela de publicidad de Madrid. Aquí hay más información sobre los estudiantes que la hicieron (vía Duncan Green).

¿Que qué haría yo? Dedicarme a la jardinería (y luego buscar otro trabajo para llegar a final de mes).

Hoy empieza la campaña más grande de la historia de Oxfam. Se llama CRECE, y se llevará a cabo en 45 países los próximos cuatro años. ¿Qué pretende esta campaña? Arreglar un sistema alimentario que no funciona. Estos son algunos de los titulares:

  • La población mundial alcanzará los 9 mil millones en 2050 ¿habrá suficientes alimentos para todos?
  • Más de 4 mil millones de personas vivirán en países con escasez crónica de #agua antes de 2050.
  • 4 de cada 5 personas no tiene acceso a protección social alguna.
  • El 40% del maíz de EEUU acaba en tanques de gasolina, no en estómagos.
  • 3 firmas agroalimentarias (Cargill, Bunge y ADM) controlan el 90% del comercio de cereales.
  • La agricultura es responsable del 30% de emisiones de gases contaminantes ¿Cómo podemos cultivar lo suficiente de manera sostenible?
  • Darle a las mujeres el mismo acceso a recursos agrícolas que a los hombres podría incrementar sus cosechas un 30%
  • La cantidad de tierra cultivable por persona es 50% menor desde 1960. La población aumenta, ¿cómo nos alimentaremos?

Lo mejor es leer aquí el magnífico informe que se ha preparado, visitar el blog 3.500 millones, donde Gonzalo Fanjul lo explica más claro que el agua, o ir a la página de Intermón Oxfam.

Seguimos con acontecimientos que sacuden nuestras emociones. En estas semanas, Libia ha desaparecido sustituida por las acampadas en las plazas españolas. Un movimiento surgido de internet, herederos de la Ley Sinde, #nolesvotes, y otras formas de ciberactivismo, se ha hecho carne como nuestro Sr. y ha tomado las calles en cuerpo y espíritu. El PP campa a sus anchas después de arrasar en las elecciones, los corruptos siguen tan panchos (reforzados, en mi tierra, y absueltos por la sociedad por la vía del voto, aunque algunos de ellos celebren la victoria electoral desde la cárcel y otros desde el exilio americano).

El movimiento 15M es un movimiento de regeneración moral. Pero como todo regeneracionismo, para recuperar los valores perdidos tienen que pasar muchas cosas en otros campos.  Quién va a administrar lo que proponen es para mi el más importante. El voto blanco y el nulo en estas últimas elecciones serían la cuarta fuerza política. ¿Ha servido de algo? Es difícil de decir. Voy a recurrir a tres autores, que con una sola frase cada uno explican los entresijos de esta cuestión.

George Orwell habló de la contradicción entre la necesidad de implicarse en la política y lo degradante y sucia que es. La cosa pública hay que administrarla, alguien tiene que hacerlo y es más habitual hoy en día que lo haga quien tiene intereses que no quien tiene valores. ¿Van a recoger las propuestas estos políticos acartonados, corruptos algunos y acomodadizos y hacerlas cumplir? Están acostumbrados a otras cosas. Gallina que come huevos, ni aunque le cortes el pico, dicho centroamericano. Habrá que meterse en política.

Oscar Wilde: lo malo del socialismo es que ocupa demasiadas tardes. ¿Quién se va a meter a gestionar la cosa pública, con la de tiempo que lleva? ¿Quién se va a formar para hacerlo? Hacen falta jóvenes en la política. Si no te gustan los partidos, crea uno, únete a uno que te guste más, y hártate de reuniones. Pero es que muchos no tenemos tiempo. Habrá que elegir qué es más importante hacer, dejar la batucada y el huerto urbano de lado, y aprender a hacer política. Si la izquierda supiera, y la derecha quisiera, este mundo sería mejor.

Bauman:  “la facilidad con que la mayor parte de las personas, cuando se las pone en una situación en la que no tienen una elección buena o bien esa elección es demasiado costosa, se convencen a sí mismas y se alejan de la cuestión del deber moral”. Ahora nadamos contra corriente. En nombre de la crisis, la mayoría justificará el sálvese quien pueda que vende el PP: «centrados en ti». La única opción es recuperar el voto inútil, blanco o nulo, tener una nueva clase política (formando jóvenes -ahora el PP lleva la delantera con sus nuevas generaciones) y trabajar para convencer a los que ahora se abstienen. Como si fuéramos testigos de Jehová, casa por casa, o facebook por facebook.

Mientras, la derecha entiende que tiene intereses, que siempre son susceptibles de acuerdos y por eso va unida a las elecciones, mientras que la izquierda exige tener amigos. Así sigue esta ridícula división en partidos pequeños, porque no hay cargos para satisfacer tantos egos o humildad para poder tragar con esa línea del credo ajeno que no trago.

¿Que qué pienso del 15M? No se ganará hasta que no se gane en las urnas. Este video sobre un discurso de Tommy Douglas (vía Victoria), ex-ministro canadiense que introdujo la atención médica universal, creo que ilustra mucho el problema:

¿Cómo puedo amar a mis enemigos si ni siquiera aprecio a mis amigos?

Hacía tiempo que no publicaba nada, dado que podar árboles me sigue pareciendo una ocupación más agradable que escribir. Apuntarme al twitter ha sido mi último ejercicio de voluntad para vencer la pereza y seguir el consejo nulla dies sine linea (ningún día sin una línea). A Plinio el Viejo le hubiera encantado este invento.

La navidad me ha servido para volver al mundo que existe fuera del trabajo, la cooperación, las contrapartes, y escuchar conversaciones de gente con la que normalmente no me relaciono. No es mal ejercicio para muchos de este mundo de ONG que vivimos en una burbuja. También me ha dado que pensar, entre cuchipandas, la cantidad de comida que tiramos, y he recordado que esta es una de las cuestiones de las que se habla en países anglosajones: el movimiento food waste, que intenta disminuir el despilfarro de alimentos como una manera de rebajar este 20% de gases de efecto invernadero que se le atribuye a la agricultura. Todavía no sé si el movimiento está justificado, o están errando el tiro. Volveré sobre este tema otro día.

Pero han sido las conversaciones escuchadas lo que más me ha preocupado. Uno puede ver cómo el discurso del PP sobre la inmigración está calando hondo. He oído cosas sobre los inmigrantes –vagos, criminales, aprovechados de los servicios sociales- que me hacen preguntarme dónde se encuentra la frontera entre la ignorancia y la mala fe entre quienes abrazan el mensaje xenófobo y nada navideño de los populares.

En tiempos de crisis, recuerdo la frase de Zygmunt Baumann en Modernidad y Holocausto: «la facilidad con que la mayor parte de las personas, cuando se las pone en una situación en la que no tienen una elección buena, o bien esa elección es demasiado costosa, se convencen a sí mismas y se alejan de la cuestión del deber moral”.

La última copa de vino me lleva a pensar en la postura de Bolivia en Cancún. Es cierto que el acuerdo no es el mejor, pero la postura maximalista boliviana ignora la realidad que menciono en los dos párrafos anteriores: la gente de los países ricos no está dispuesta a sacrificios radicales y bruscos, aunque sí se la podría llevar a cambios graduales. Antes que perder los privilegios, habría una revolución, y no sería una revolución de izquierdas, sería la vuelta del fascismo. Una preocupación que siempre me ronda, y más en estos tiempos.

Son cosas que no se hablan en familia, para evitar discusiones irreparables. Mientras escuchaba esta mañana una noticia de la BBC sobre Cuba, pensaba que en las ONG también evitamos discusiones internas escondiendo bajo la alfombra las cuestiones más peliagudas, las que forman la base del pensamiento: en nombre de la lucha contra la pobreza, en las ONG conviven liberales con comunistas, comunitaristas con interculturalistas, y se discuten las acciones que hay que ejecutar, pero no la idea que subyace en ellas. En muchas de ellas no es necesaria esa discusión: se puede estar de acuerdo en el necesario apoyo a la agricultura familiar entre ideologías muy diversas, y así convivimos en nuestro día a día. Pero en cuanto a la actitud que deberíamos tener sobre Cuba (¿la libertad por encima del igualitarismo?) o el movimiento indígena (¿la autonomía personal por encima de la pertenencia a la etnia?) navegamos por aguas inseguras, como en muchos otros temas.

Quizá estas ideas sueltas no son más que el fruto de digestiones pesadas.

Las organizaciones que trabajan en campañas para conseguir cambios políticos -la mía, Oxfam, lo hace- elaboran complicadas hipótesis de cambio, mediante las cuales se intenta entender qué resortes hay que tocar (políticos, empresariales…) para conseguir cambiar qué cosas. Aunque no se puede acertar siempre. La viñeta es de Search for Common Ground y ha aparecido en el blog Find what works:

«Sr Gandhi, lamentamos no podemos financiarle su proyecto, porque no vemos claro el vínculo entre la rueca y la caída del Imperio Británico».

¿Qué distingue un pimiento -chile dulce o ají en América- de otro? ¿Qué piensan ahora los consumidores acerca de quién los produce?
Si queremos que la agricultura sea una de las fuerzas que acabe con la pobreza rural, esto pasa por que los pequeños productores dispongan de los apoyos necesarios. Hay dos maneras posibles de verlo: o bien los pequeños productores reciben las ayudas porque tienen derecho a ellas, porque ser pobres significa que sus derechos son vulnerados, o bien las reciben porque son útiles para producir comida sana y ecológica (esto último no siempre es así, pero trabajamos para que lo sea) y porque cuidan el medio ambiente. Ambas pueden coexistir, pero de cuál de las dos reciba más peso depende de las soluciones que se tomen.

A la vez, hay dos maneras de buscar las soluciones:

Una es que sean los consumidores los que conscientemente pidan que la comida sea producida en condiciones justas. Esto implicaría poder distinguir un pimiento de otro (posible en países ricos gracias a la trazabilidad, pero no en los pobres) y poder fijarse en la composición de lo que compramos si queremos evitar que contenga soja transgénica, por ejemplo, o que la transnacional que nos lo vende no está implicada en barrabasadas. Pero en esa composición hay muchas materias primas compradas en mercados internacionales (¿de dónde viene el maíz de los Kellogs?) en los que la trazabilidad es casi imposible, y lo único que nos permite saber si compramos un producto justo es el hecho de que la empresa que lo vende esté acusada o no de ser unos bellacos. Algo muy difícil de demostrar.

Otra sería que los gobiernos de todo el mundo se encarguen de hacer que se cumplan las leyes laborales y medioambientales, que gasten dinero en promover la agricultura familiar (porque mucha gente vive de ella) y asumir el diferencial de productividad entre grandes y pequeños, dentro de unos límites razonables. Pero a la vez es bastante dudoso que una manifestación para reivindicar este papel gubernamental juntara a más de tres personas. Ni la explicación de las demandas cabría en la pancarta que encabeza la manifestación.

Esto nos lleva a algunas preguntas:

  • ¿Puede conducir la búsqueda de un consumo responsable a que los gobiernos tomen medidas para apoyar a la pequeña agricultura en países ricos y pobres? ¿Cómo se pasa de lo primero a lo segundo?
  • ¿Existe el riesgo de que esto conduzca a percepciones equivocadas como el consumo local como una opción justa? ¿a que los consumidores exijan equivocadamente  el apoyo sólo para quienes se dedican a la agricultura orgánica, pero no cereales con abonos químicos, o la verduras producidas a menos de 100 km?

Ayer vi Manderlay, de Lars von Trier. Es una película sobre el racismo en los EEUU en los años 30. Muchos de los temas que trata se pueden aplicar a la cooperación: los efectos no deseados de las buenas intenciones, entender cómo la gente responderá a una ayuda no solicitada, cómo pueden cambiarse las instituciones y quién tiene el derecho a intentarlo o a proponerlo.

Hay una polémica considerable en internet sobre si la película es buena o es mala. A mi me gustó, y algo que me ha confirmado esta idea ha llegado esta mañana del blog de Chris Blatman, quien pasa este enlace de la revista Harvard. Habla de un simposio que ha tenido lugar este mes en los EEUU sobre los grandes problemas en ciencias sociales. Cuatro de estos problemones son parte esencial de la película, y han sido tratados por estas autoras, menos Zeckhauser, que es autor (los videos se encuentran aquí):

  • ¿Podemos crear instituciones nuevas o arreglar las existentes? (Swidler: how societies create institutions, and how they restore missing or damaged ones). Algunos críticos han visto en Manderlay una alegoría de la guerra de Irak.
  • Tenemos las soluciones técnicas (o políticas o legislativas, en el caso de Manderlay), pero, ¿responderá la gente a ellas tal como lo esperamos? El comportamiento está por encima de la idoneidad de las soluciones. (Oster: how, in general, to jump from breakthroughs on small problems to progress on big problems; (…) in Sub-Saharan Africa, when an improved water source is available, but slightly farther away from a person’s home than an unimproved water source, people are unlikely to walk the extra distance to get clean water). En Manderlay, cuando los esclavos fueron propietarios de sus campos, dejaron de cultivarlos. Esto ha ocurrido en las reformas agrarias de medio mundo.
  • ¿Cómo cambian las ideas de la gente cuando cambia el conocimiento? (Carey: how does humankind update its collective understanding of a concept when new knowledge is added?). Es decir, ¿cómo se actualiza el conocimiento de la gente? La persistencia de ideas equivocadas muestra esta dificultad. Ya decía Keynes que lo difícil no es introducir ideas nuevas, sino cambiar las viejas.
  • Zeckhauser propone dos temas: La dificultad de la democracia en conseguir equilibrios sobre preferencias muy diversas de sus miembros y cómo conseguir que las decisiones sean las mejores para la gente (how to square the realization that people don’t always behave rationally with the need to avoid paternalism and let people make their own decisions even when they choose an outcome that isn’t good for them).

Por eso me ha gustado esta película: quien la escribió, Lars von Trier, sabía qué cuestiones no entendemos suficientemente. No es un panfleto, como algunos críticos han dicho, sino una reflexión sobre lo que no sabemos. Por eso el final deja un regusto amargo.