Esto del comercio, cuando se es honrado sin exagerar, deja lo suyo

En El Pisito, la película de Marco Ferreri (con guión del genial Rafael Azcona), le dice Don Manuel a Rodolfo: Esto del comercio, cuando se es honrado sin exagerar, deja lo suyo. En el grado de exageración, como se puede imaginar, está la clave.

Se sigue discutiendo mucho sobre el papel de la especulación en la crisis de precios que nos aflige. Muchos académicos dicen que la especulación no tiene ningún papel en la subida de precios (y que ayuda a financiar los mercados), otros dicen que sí influye, y mucho. Y los menos dicen que es indemostrable, que ya pueden hacer tests de Granger y otras ingeniosas pruebas en griego, que no podrán demostrar si la especulación sube o no los precios. La discusión es sobre causalidad (arguyen los que no se lo creen que es como pensar que la proliferación de postales navideñas produce la Navidad).

No vamos a entrar aquí en este tema, porque no sé griego y carezco de la capacidad matemática para dirimir este debate. Pero hay un tema del que se ha hablado menos, y que sorprende porque deja en evidencia la inocencia (¿o no sorprende?) de los académicos: la capacidad de los especuladores para manipular los precios adrede.

Mi delito favorito es la maquinación para alterar el precio de las cosas, no porque lo practique, sino por lo vistoso de su nombre. Después de la crisis inmobiliaria, y de haber visto Inside job, y ver lo que se puede hacer con el mercado inmobiliario, ¿de qué no van a ser capaces los que controlan el mercado de cereales? No pensemos en «el mercado», como si éste no estuviera dirigido por personas capaces de manejarlo a su voluntad. Es decir, que no pensemos si Catalunya Caixa, ofreciendo a sus inversores meterse en el negocio de la especulación con cereales, pueden –pobrecitos- causar la subida de precios. Lo único que hacen es añadir leña al fuego. Aunque tiene delito dedicarse a esto, no es el mencionado de la maquinación. El problema está en los posibles delitos concretos, perseguibles, que puedan haber cometido empresas concretas al principio de todo este lío.

Esto sí es demostrable, pero las comisiones de control responsables deberían ponerse a buscar culpables concretos. No lo han hecho, entre otras cosas, porque los perdedores de la crisis alimentaria son pobres de otros países y no pagan impuestos. En su lugar, el que los académicos digan si la especulación sube o no los precios es lo mismo que, si aparece radiactividad en el aire, te pongas a preguntarte si ha sido una central nuclear o no, o si las centrales tienen fugas o no, en vez de buscar què central ha sido. ¿Que se puede decir que podría no haber habido manipulación? Es posible. Pero como dice Pirrong en este artículo (hecho para el mercado del petróleo), es posible distinguir los falsos positivos, los análisis matemáticos existen para probarlos. Otro artículo interesante sobre este tema es  el de Olivier de Schutter, el hiperactivo relator de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación. La conclusión, al final, es que uno puede creer que la especulación no sube los precios, pero como las meigas, subirlos, los sube. Y son meigas con nombres y apellidos.