En el artículo anterior les hablaba de un estudio de David J. Connor y Carlos Cantero-Martínez. Aquí lo tienen. Se titula Estudio de un proyecto de desarrollo agroecológico en relación con la consolidación organizativa para pequeños agricultores en Alto Paraná-Paraguay e ilustra cómo influyen las técnicas agrícolas que promocionamos en los rendimientos que se pueden alcanzar, y qué tan útiles resultan para enfrentar el avance del agronegocio. Espero que les resulte interesante.

En muchos lugares de América el agronegocio se extiende expulsando a la población campesina. Esta expulsión se efectúa a veces usando la violencia o fumigando las comunidades, como ha ocurrido en Paraguay. En este caso el problema es la ausencia de estado de derecho, y la falta de catastro lo suele agravar porque los campesinos no pueden demostrar que la tierra que cultivan es suya. Pero a veces el problema no es el abuso ilegal de unos grandes propietarios sobre otros pequeños, sino un problema de tecnología, en cuyo caso tendemos a  culpar a la soja transgénica y las multinacionales por la expoliación de tierras. El tema tecnológico es viejo y ya fue estudiado por Johnston y Kilby en los años setenta, y explicado como agricultura unimodal o bimodal (en la primera conviven explotaciones de tamaño y tecnología similar, y en la segunda grandes explotaciones tecnificadas con otras muy pequeñas, generalmente menos productivas). El caso es que un modelo tecnificado (como el caso de la soja) tiende a expulsar a otro no tecnificado que debería poder competir con él, si no con el mismo producto,  al menos en capacidad de ofrecer ingresos semejantes. Pero los campesinos no pueden competir porque su productividad no alcanza y no tienen economías de escala.

Gran parte del trabajo de las ONG en América consiste en darle vueltas a la cabeza sobre cómo resistir esta expulsión. Cómo pueden convivir la pequeña y la gran agricultura, como la sojera –a la que la mayoría de gobiernos no renunciarán porque son su fuente de divisas- es uno de los problemas principales. La soja no triunfa porque sea transgénica, ni transgénicos triunfan porque sean más productivos (ha salido esta publicación, Failure to Yield,  de la Union of Concerned Scientists, demostrando entre otras cosas que no son la panacea del rendimiento). Esto debemos reconocerlo porque si no lo hacemos nos estamos equivocando de enemigo. Lo que triunfa es un sistema mecanizado bien organizado. Los mismos sojeros que se dedican a producir aceite para biodiésel exponen en esta web las razones por las que les va tan bien. Entre otras, son:

  • Una cadena productiva bien estructurada.
  • Tecnología bien definida y moderna, una red de investigación agrícola capaz de solucionar cualquier problema que surja en el cultivo.
  • Un retorno de la inversión rápido porque el ciclo es corto, de cuatro o cinco meses.
  • Una gran demanda mundial con sólo cuatro países como grandes exportadores.

La lucha no es contra los transgénicos. Si no existieran, el problema continuaría. El problema es la mecanización y alta productividad de unos, y la falta de mecanización y baja productividad de los otros. En un interesante artículo de Connor y Cantero  se muestra qué tendrían que ofrecer las ONG que ayudan a enfrentar este problema. La solución es realista, pero no todas están dispuestas a asumirla por motivos ideológicos. El artículo se encuentra en este libro de Intermón Oxfam, Derecho que no se defiende, derecho que se pierde:

Derecho que no se defiende, derecho que se pierde

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