En la mayor parte de países del mundo, se puede esperar que la práctica de la medicina o la ingeniería se hará de acuerdo con los avances realizados en los últimos años. Una doctora o una ingeniera aplicarán los conocimientos que su especialidad ha adquirido y no podríamos concebir que apliquen técnicas ya descartadas o superadas por otras mejores. ¿Ocurre lo mismo con la cooperación? Hay una sección académica, que investiga, aprende, y tiene unas grandes dificultades para hacer descender lo aprendido hacia la práctica. Las organizaciones que ejecutan los proyectos también aprenden, pero el conocimiento no circula lo suficiente, no permanece o no queda disponible tras los cambios de personal. Entre otras razones, esto explica que hoy en día sea posible encontrar centros de acopio de cereales que cometen los mismos errores que hace veinte años o proyectos de comercialización que no saben calcular sus costos o no tienen cálculos de su viabilidad.
Las razones por las que ocurre esto son conocidas. Los recursos con los que se cuenta son escasos. Es difícil encontrar personal con la amplitud y profundidad de conocimientos que hace falta Quienes se dedican a los proyectos productivos tienen que saber agricultura, economía y teoría y práctica de género. El tiempo para estudiar es poco, y a veces la motivación también, porque son trabajos en general mal pagados (aunque no siempre) y hay necesidad de responder a los problemas del día a día, como justificar donaciones o asistir a talleres donde la formación deja un poso tan ligero que desaparece en pocas semanas. Los proyectos, además, se escriben atropelladamente intentando llegar antes de que cierre el plazo de la convocatoria. Imposible pensar en un diagnóstico correcto.
Vamos a intentar, modestamente, que este blog aporte información útil para mejorar la calidad de los proyectos de desarrollo económico.