Agroindustria


El cambista y su mujer, de Quentin Massys

El diablo está en los detalles. Dado que ya hay muchos blogs que se dedican a los Grandes Problemas de la Cooperación, en este nos fijamos en el cúmulo de pequeñas cosas que hacen falta para que ocurra el milagro -o casi- del desarrollo. Uno de estos milagros es lograr crear una empresa de comercialización, una agroindustria, o un centro de acopio, que funcione.

Uno de los problemas más frecuentes en estos proyectos  es la falta de contabilidad, o su poca calidad. Las empresas que se forman a partir de los proyectos y que son incapaces de llevar contabilidad no pueden tomar decisiones porque no conocen su estado financiero. No saben si venden mucho o poco, ni si están cerca o lejos de alcanzar el punto de equilibrio.

En ocasiones es sólo cuestión de desorden, y a veces es por falta de conocimientos de contabilidad. Entonces, ¡presupuestamos un taller! A la cooperación le gustan los talleres, está enferma de tallerismo. ¿Quién recuerda el contenido de un taller al mes de asistir? Aún así, los seguimos presupuestando y los financiadores los siguen pagando, pero rara vez se evalúa qué se ha aprendido en ellos.

Enseñar contabilidad (o planes de negocio) en talleres es como esos programas de cocina en los que todo parece tan fácil, pero llegado el momento la comida se pega, la carne se queda cruda por dentro y el relleno se escapa.

Sería mucho más caro, pero más eficaz, presupuestar la formación continua, durante un año, una vez por semana. La persona que se va a encargar de la contabilidad, sentada toda una tarde con la que se la va a enseñar, haciendo ejercicios con la contabilidad real, de cada día. Para este gran problema de la contabilidad, habría que crear una organización internacional que se llamara Contables sin Fronteras. Google, que casi todo lo sabe, me informa de que hay una. Son franceses, y esta es su página (en francés). Se lo subcontratemos a ellos o no, estaría bien que en vez de presupuestar un taller, presupuestemos a una persona experta que se dedique a trabajar una tarde por semana con nuestra aspirante a contable del proyecto. Aunque salga caro, el resultado valdrá la pena.

Cuando queremos ejecutar un proyecto de agroindustria, un centro de acopio o cualquier otro que implique gente organizada, tenemos que cuidar especialmente el proceso de discusión con la gente.

De la misma forma que no se puede imponer una democracia (véanse los casos de Irak o Afganistán), organizar una cooperativa tiene que ser un proceso largo y dirigido por su propia membresía (vistoso americanismo que tenía ganas de usar). Esto es obvio, y para eso no hace falta molestar con un artículo. Pero se trata de una excusa para que echen un vistazo a estos dos videos (proceden de este recomendable artículo del blog de Dani Rodrik, quien lamentablemente ya no escribe) que muestran por qué no son siempre las reglas escritas las que funcionan. Como promotores de proyectos, solemos hacer hincapié en que las cooperativas dispongan de reglamentos, cuando deberíamos fijarnos más en si la gente se entiende de forma más o menos natural. Pero claro, fijarse en esto lleva tiempo, y no lo tenemos. En el primer video,  miren cómo funciona el tráfico en Vietnam, sin reglas escritas. Ojalá todas las organizaciones funcionaran así:

Y luego miren este video sobre Rusia. Esclarecedora comparación. Ojo, este artículo no está en contra de la existencia de reglamentos, sino a favor de procesos largos y naturales de discusión.

donde-pongo-esto

¿Dónde pongo esto? Dibujo de Juan Salvador Aguilar

Tal como les prometí en la entrada Shakespeare y la agroindustria, les presento el artículo que Daniel Start escribió en el que ya les dije que me parecía el mejor trabajo del Overseas Development Institute, Rethinking Rural Development. Por desgracia es de pago, pero para quien se anime, este es el enlace. Habla de la economía rural no agrícola, es decir, de otras cosas además de la agroindustria, pero hay ciertos elementos en común que son los que nos interesan:

Hay varios estadíos en los que es posible instalar agroindustrias. Cuando una región está poco desarrollada, y las infraestructuras son pobres, es posible instalar algunos tipos de agroindustria que pueden vivir de los mercados locales, si no son demasiado pequeños. Pero puede llegar un momento en el que las comunicaciones de la región mejoran y entonces las agroindustrias se enfrentan a la competencia de otros mercados, que llegan a la zona gracias a las mejores infraestructuras. En este caso, se puede considerar que la agroindustria es víctima de su propio éxito.

La falacia de la composición dice que lo que es bueno para una parte es necesariamente bueno para el todo. Es una falacia, es decir, la afirmación parece cierta pero no lo es. Esta idea errónea ha causado muchos problemas en los tres sectores de la economía (materias primas, industria y servicios), porque induce a comportamientos colectivos con consecuencias nefastas. Los economistas que la han estudiado se refieren a esta falacia también como el problema de la suma (adding-up problem, en inglés).
Veamos algunos ejemplos: Razmi se pregunta si es posible generalizar el crecimiento económico a través de exportaciones. Gilbert y Varangis han estudiado cómo afecta a los productores de cacao. Akiyama explica que las intervenciones en los mercados de commodities para estabilizar precios se produjeron debido a las caídas de precio producidas por este problema de la suma. En el sector de la cooperación nos interesa esta falacia porque produce problemas en los proyectos económicos que promovemos:

1) En la producción de granos básicos o tubérculos Batten nos proporciona este ejemplo en el libro Discovering Artificial Economics: How Agents Learn and Economies Evolve: Si UN granjero tiene éxito produciendo una gran cosecha de maíz, puede tener como recompensa un ingreso mayor (con relación a los otros campesinos). Sin embargo, si CADA campesino tiene la misma gran cosecha, el resultado más probable será un exceso de oferta agregada de maíz a un precio dado, la subsiguiente caída del precio y menores ingresos para todos los productores. La falacia se produce cuando se alega que lo que es bueno para uno lo es para todos

2) En la diversificación, que en una de sus acepciones, quizá la más frecuente, es promover cultivos como el cacao, el café o frutas y verduras, en inglés llamados “cash-crops”, y que podríamos traducir como cultivos de renta. En muchos proyectos de cooperación se fomenta el cultivo de los “productos milagro” (jengibre, especias, frutas poco frecuentes en el mercado…) que producen buenos resultados hasta que se generaliza el cultivo o mientras hay demanda. Las empresas transformadoras promocionan ciertos cultivos a precios favorables para tener productores cautivos, dando créditos y asistencia técnica. Cuando el cultivo está establecido y el productor endeudado, bajan los precios. Los campesinos tienen mucha tendencia a elegir para cultivar lo que le ha ido bien al vecino. Lo que empieza produciendo uno lo termina produciendo todo el mundo, con la consiguiente caída de precio. Este problema se puede dar a nivel mundial, como ocurrió en el caso del café (promovido hasta la crisis de excedentes de finales de los 90 por el Banco Mundial) o a nivel local, en nuestros proyectos.

3) Los proyectos de agroindustria, también llamados transformación de la producción, en los que la cooperación intenta pasar de vender espárragos frescos a venderlos en lata. En los proyectos de transformación, se tiende a hacer lo que es fácil o requiere poca técnica. Los proyectos tienen mucha tendencia a caer en el problema de la suma, porque tienden a buscar inversiones bajas y de sencillo manejo, lo que las hace fácilmente replicables Así, los proyectos de aceites esenciales, hierbas medicinales, mermeladas y frutas desecadas alcanzan rápidamente los puntos de saturación del mercado. Y aún así, se siguen promocionando porque a alguien (que empezó cuando la demanda era suficiente) le fue bien.

4) Por último, otra forma de diversificación es dejar el sector primario para dedicarse a la industria o los servicios (p.ej., al turismo). Este último punto quedará para otro artículo posterior.

Si hacer fuera tan fácil
como saber qué hacer,
las ermitas serían
grandes templos
y palacios de príncipe
las cabañas del pobre.

William Shakespeare,
El Mercader de Venecia, acto 1, escena 2.

Hay veces que no hay que recurrir a economistas para describir algunas dificultades con las que nos encontramos en los proyectos. Transformar la producción agrícola –agregarle valor- es una acción que está en casi todos los planes de desarrollo rural. Sin embargo, saber que hay que hacerlo es muy distinto de saber hacerlo.
Ejecutar proyectos agroindustriales requiere un grado de conocimiento del que muchas veces carecemos. Cientos de proyectos agroindustriales se llevan a cabo sin tomar las mínimas precauciones. Aquí están algunas de las que convendría tener en cuenta:

  1. No suele ser una buena idea transformar un producto sólo porque disponemos de la material prima en grandes cantidades. Es decir, como tengo tomates, los meto en una lata. Debe ser la demanda de tomates en lata la que nos induzca a establecer la agroindustria.
  2. Debemos hacer un estudio de viabilidad antes de empezar: un estudio de mercado para conocer cuánta demanda de qué tipo de productos habrá, calcular las dimensiones de la fábrica, los ingresos y costos de producción, un estado de resultados proyectado a cuatro o cinco años, y un flujo de caja para un año.
  3. Es imprescindible incluir en el presupuesto el capital de trabajo. Sin éste, la empresa no puede comprar la materia prima. Es un error presente en muchos proyectos.
  4. La mayor parte de conocimientos necesarios para establecer una agroindustria se puede encontrar en un solo libro, que merece la pena comprar si vamos a dedicarnos a esto. Es Agroindustrial Project Analysis, de James E. Austin (sólo se puede comprar en versión electrónica y en inglés, por 30$). La lista de comprobación que nos permitirá saber si podemos poner la agroindustria es lo mejor del libro.

Hay muchas cosas más que se pueden decir sobre las agroindustrias. Pronto en sus pantallas:

  • La falacia de la composición o el problema de la suma.
  • Auge y caída de la agroindustria según Daniel Start.