Transgénicos


Gran parte de las huestes que se oponen (o nos oponemos de vez en cuando) a los transgénicos lo hacen porque una multinacional (que suele ser Monsanto) amenaza con un producto que va a contaminar los cultivos vecinos con unos  genes por los que luego va te van a cobrar, sin que tú los hayas  pedido previamente. No se me ocurre un futuro más estremecedor que una alianza entre Monsanto y la SGAE, con agentes encubiertos de esta última buscando genes de pago en nuestros huertos.

Pero este caso es distinto. Un organismo público, la agencia brasileña Embrapa, ha preparado un frijol transgénico resistente al virus del mosaico dorado. Ahora ya no es el coco, sino una empresa pública, la que ha introducido un gen que produce la resistencia al virus. Aquí explican en un powerpoint cómo lo han hecho. No parece peligroso. Resuelve el problema, y es público. ¿Nos vamos a oponer a esto, porque en vez de producir la variedad resistente mediante innumerables cruces, lo han hecho metiendo un gen mediante ingeniosos procedimientos? Alguien podría decir que esto llevará a una uniformización de las variedades. No tiene por qué ser así: tendría que ser posible introducir el gen de la resistencia en cuantas más variedades mejor. Opongámonos a los monopolios, pero no a la tecnología. Estaremos atentos a lo que pase (gracias a Antonio Glez del Tánago por la información).

Me extraña que la Vía Campesina y Greenpeace no estén clamando a estas alturas un ¡ya lo decíamos nosotros y nosotras! después del reportaje de Le Monde del 19 de octubre, titulado La mauvaise graine de Monsanto. Resulta que ya hay seis millones de hectáreas en 22 estados estadounidenses que han sido invadidas por una mala hierba que se ha vuelto resistente al Round Up, el herbicida asociado a la soja transgénica. Nada de lo que extrañarse: la selección natural en acción. Había alguna mala hierba resistente y ésta se ha reproducido hasta invadirlo todo. Según cuenta Le Monde esto ocurre ya en Brasil, China, Argentina y Canadá.

Nada sorprendente, si acaso la ingenuidad de Monsanto que no parece haber pensado que esto iba a pasar. Eso dicen: «Pensábamos que el surgimiento de resistencias sería difícil. Ahora debemos reconocer que habrá que utilizar otros productos junto con el Round Up para controlar las malas hierbas». Empieza la carrera: ya preparan soja resistente a Dicamba (otro herbicida) y un algodón resistente a tres herbicidas diferentes.

La batalla contra las malas hierbas no es distinta de la de la medicina contra las bacterias (desarrollando antibióticos) o la de los pesticidas contra los insectos. Es una carrera de armamentos en la que se utilizarán cada vez más herbicidas más potentes contra malas hierbas más resistentes. No augura nada bueno para el medio ambiente. La agricultura mecanizada más moderna ya no piensa en quitarlas por medios mecánicos, aunque hayan tenido que hacerlo este año con un ejército de jornaleros contratados.

¿Lo peor? Para quien quería volver a las semillas convencionales, ya no las había en los almacenes. Tuvo que suministrarlas  la universidad de Arkansas. Había otro transgénico con otro herbicida de Bayer, pero no había semillas suficientes. Aunque, cuenta Le Monde, ningún agricultor lamenta haber utilizado los transgénicos. Ganaron mucho dinero mientras duró.

Roya del trigo al microscopio

La duda no es una condición placentera pero la certeza es absurda.

Voltaire

Una de las debilidades de mi carácter que me dificulta ser de izquierdas es mi propensión a la duda. Si la derecha tiende al cinismo, la izquierda tiende a la posesión de la verdad con superioridad moral incluida. En la izquierda siempre hemos visto los matices como enemigos, lo que ha tenido como efecto secundario una subdivisión en capillitas hasta el infinito, porque claro, cómo van a convivir en un mismo movimiento dos matices distintos… La derecha entiende que para conseguir sus objetivos no es necesario ser amigos, basta tener intereses.

Esto viene a cuento de las posiciones habituales sobre transgénicos de ecologistas y altermundialistas. Sin duda para mi, me considero más cercano a estos movimientos que a la gran empresa, de la que desconfío absolutamente. Pero, ay, mis matices.

Las discusiones sobre transgénicos están que hierven desde la aprobación de la UE de varios de éstos. Avaaz está haciendo una campaña de recogida de firmas que está ya cerca de alcanzar el millón. El problema, como siempre, es que no distinguimos la herramienta del producto. Es como si por no gustarnos unos zapatos quisiéramos prohibir el martillo con que los fabrican, cuando en realidad quien nos cae mal es el zapatero.

En The Economist hay una historia muy ilustradora sobre el problema. Cuando el CIMMYT descubrió el gen Sr31 que confería resistencia a la roya del trigo (wheat rust), millones de personas se salvaron de la malnutrición al conseguir introducirlo en variedades de todo el mundo, con métodos tradicionales de cruce. ¿Qué hubiera podido pasar hoy en día? Veamos estas posibilidades:

  • Que el CIMMYT hubiera encontrado el mismo gen, y lo hubiera introducido en las restantes variedades mediante OGM a una velocidad récord (puesto que es mucho más sencillo).
  • Que quien hubiera encontrado el gen hubiera sido Monsanto, y lo hubiera vendido a precio de oro en cada variedad en la que se hubiera introducido.

No le veo ningún problema a la primera opción, pero sí a la segunda. Entonces, el problema de los OGM, ¿es la empresa que lo hace, o es la técnica? ¿Por qué vamos a estar en contra de los transgénicos públicos? Da miedo lo que pueden hacer las multinacionales (uno de los errores de la derecha es que piensa que lo que técnicamente puede hacerse, debe hacerse. Pensamiento muy americano), sobre todo cuando se apropian de genes que han cuidado durante siglos campesinos centroamericanos. Pero, ¿y si el gen lo han aislado y desarrollado ellos? ¿Por qué no lo van a poder introducir dentro de semillas terminator, que no lo van a traspasar a otras variedades? Porque, dicen, si Monsanto tiene el monopolio, creará dependencia de los campesinos. Quizá se trata de que el Estado garantice la conservación de las variedades, y que estén a libre disposición…

Muchas dudas. Por cierto, la roya vuelve, ha sido capaz de vencer al gen Sr31. Ahora hay que buscar otra solución antes de que se extienda. ¿Quién llegará antes, y por qué medios?

(gracias a Teresa y José Antonio por la esclarecedora discusión sobre el tema. Esclarecedora, aunque persistan las dudas).

Durante siglos, después del Renacimento en Europa, se pensó que dominar la naturaleza era cuestión conseguir hacer cosas técnicamente difíciles. Hasta la invención de la ecología como ciencia (hay controversia en las fechas, pero como muy pronto fue en el siglo XIX) no se empezó a entender que esto de las relaciones entre seres vivos es una cosa complicada.

Ahí está la clave, en la diferencia entre lo difícil y lo complicado (hoy en día se llama complejo, queda mejor). Fabricar un transgénico es difícil, aunque cada vez menos. Entender cómo un transgénico se relacionará con su medio es comprender la complejidad, y en esto todavía estamos muy atrasados. Las transnacionales que juegan a aprendices de brujo nos venden soluciones técnicamente difíciles, pero simples, a problemas complejos. Difícilmente funcionará. La agricultura sostenible (en este caso, a través del manejo integrado de plagas), busca soluciones técnicamente más fáciles teniendo en cuenta la complejidad. Es posible que los resultados de esta última no sean espectaculares desde el comienzo, pero es probable que a medio plazo funcione mejor.

Una prueba nos llega ahora desde China: Yanhui Lu y su equipo muestran cómo el uso de algodón Bt ha producido un aumento de otra plaga, un insecto heteróptero (el Apolygus lucorum). La causa es que se usan menos insecticidas (el objetivo del algodón bt es ese, para eso lo lleva incorporado), pero el escarabajito es resistente a la toxina del Bt. Para controlarlo habría que usar otros insecticidas, pero entonces para qué queremos que el algodón sea Bt… Lo único seguro es que no hay soluciones mágicas, ni transgénicas ni de ningún tipo. La ecología nos enseña que la naturaleza está formada de muchas piezas y que se reordenan constantemente. Cuanto más amplia sea la visión que tengamos, mejor.

Astérix siempre ha sido mi fuente de cultura antigua. En este caso, es de Astérix Legionario, y tardé años en saber qué significaba (se leen cómics antes de aprender latín en el instituto). La frase original,  «Timeo Danaos et dona ferentes«, es de Virgilio: la dice Laocon, advirtiendo a los troyanos que no acepten el caballo que les regalan los griegos: «Temo a los Danaos incluso cuando nos ofrecen regalos». A los griegos a veces los llamaban Danaos, porque descendían del rey Danao, el mismo que tenía a las Danaides como cincuenta hijas. Como ven, este rey dio mucho que hablar y ya sale en este blog por dos historias distintas.

La BBC le ha dedicado un reportaje (aquí, en inglés) al programa Water Efficient Maize for Africa (WEMA). Este programa pretende conseguir una variedad de maíz resistente a la sequía, utilizando tres vías de investigación distintas, una de ellas con transgénicos. Monsanto colabora con esta última tecnología, y no va a cobrar royalties por lo que se obtenga.

En el artículo sobre el enfoque de derechos (dos más abajo que este) hablaba de cómo el informe del relator de la ONU para el derecho a la alimentación dice  que las prácticas de competencia se han regulado siempre para progeter al consumidor, casi nunca  al productor. Para mi, el principal problema de los OGM no es el posible daño a la salud (no se ha podido demostrar que exista), ni la contaminación de otras variedades (que sí se ha podido demostrar), sino que sea posible patentar la vida.

Suena tremendista, esto de patentar la vida (el tremendismo es algo frecuente en nuestro sector), me dirán, porque lo que se patenta es sólo unos genes. El problema es que se patenta una parte de un ADN que ha sido obtenido mediante selección desinteresada por parte de millones de agricultores (sobre todo mujeres, que se han encargado siempre de la selección de la semilla) y nadie les ha pagado por esto. Es como si al Quijote, Monsanto le cambiara dos párrafos de sus quinientas páginas, y te vendiera el Quijote entero como si fuera nuevo. Es posible que estos dos párrafos sean muy importantes, y que incluso cambien el final, pero las restantes cuatrocientas páginas no son suyas. Se dio un caso incluso de una empresa que patentó un frijol que se robó en México, sin hacerle ni siquiera ningún cambio.

El caso es si debemos desconfiar de Monsanto incluso cuando ofrece regalos. ¿Es, como hace miles de años, un caballo de Troya, su ofrecimiento de maíz resistente a la sequía, libre de derechos? Transgénicos públicos, tal vez. Privados, desconfiemos (Sergio habla de la diferencia entre interés público y social, aquí).

Pepe Postigo ha mandado este video sobre Monsanto (subtitulado en español, aunque al principio no lo parezca). Material para el debate sobre tecnología, agronegocio y transgénicos.

En muchos lugares de América el agronegocio se extiende expulsando a la población campesina. Esta expulsión se efectúa a veces usando la violencia o fumigando las comunidades, como ha ocurrido en Paraguay. En este caso el problema es la ausencia de estado de derecho, y la falta de catastro lo suele agravar porque los campesinos no pueden demostrar que la tierra que cultivan es suya. Pero a veces el problema no es el abuso ilegal de unos grandes propietarios sobre otros pequeños, sino un problema de tecnología, en cuyo caso tendemos a  culpar a la soja transgénica y las multinacionales por la expoliación de tierras. El tema tecnológico es viejo y ya fue estudiado por Johnston y Kilby en los años setenta, y explicado como agricultura unimodal o bimodal (en la primera conviven explotaciones de tamaño y tecnología similar, y en la segunda grandes explotaciones tecnificadas con otras muy pequeñas, generalmente menos productivas). El caso es que un modelo tecnificado (como el caso de la soja) tiende a expulsar a otro no tecnificado que debería poder competir con él, si no con el mismo producto,  al menos en capacidad de ofrecer ingresos semejantes. Pero los campesinos no pueden competir porque su productividad no alcanza y no tienen economías de escala.

Gran parte del trabajo de las ONG en América consiste en darle vueltas a la cabeza sobre cómo resistir esta expulsión. Cómo pueden convivir la pequeña y la gran agricultura, como la sojera –a la que la mayoría de gobiernos no renunciarán porque son su fuente de divisas- es uno de los problemas principales. La soja no triunfa porque sea transgénica, ni transgénicos triunfan porque sean más productivos (ha salido esta publicación, Failure to Yield,  de la Union of Concerned Scientists, demostrando entre otras cosas que no son la panacea del rendimiento). Esto debemos reconocerlo porque si no lo hacemos nos estamos equivocando de enemigo. Lo que triunfa es un sistema mecanizado bien organizado. Los mismos sojeros que se dedican a producir aceite para biodiésel exponen en esta web las razones por las que les va tan bien. Entre otras, son:

  • Una cadena productiva bien estructurada.
  • Tecnología bien definida y moderna, una red de investigación agrícola capaz de solucionar cualquier problema que surja en el cultivo.
  • Un retorno de la inversión rápido porque el ciclo es corto, de cuatro o cinco meses.
  • Una gran demanda mundial con sólo cuatro países como grandes exportadores.

La lucha no es contra los transgénicos. Si no existieran, el problema continuaría. El problema es la mecanización y alta productividad de unos, y la falta de mecanización y baja productividad de los otros. En un interesante artículo de Connor y Cantero  se muestra qué tendrían que ofrecer las ONG que ayudan a enfrentar este problema. La solución es realista, pero no todas están dispuestas a asumirla por motivos ideológicos. El artículo se encuentra en este libro de Intermón Oxfam, Derecho que no se defiende, derecho que se pierde:

Derecho que no se defiende, derecho que se pierde

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